Sentado en su computador, revisando noticias de deporte, Tomás vio que su mujer tomaba su cartera, sus llaves y se preparaba a salir. Él preguntó:
- ¿A dónde vas, amor?
- Voy donde la Érika, Tomás. No me esperes despierto. Ella está de cumpleaños y lo va a celebrar hasta tarde.
- De acuerdo. Que te vaya bien, amor.
Y corto un beso en los labios selló su despedida. Tomás parecía estar bien, pero en el fondo sabía que ella iba a juntarse con él. Con el otro. Tomás no sabía quién era ese otro, ni tampoco estaba consciente de que él mismo lo había creado con sus celos enfermizos. Desde que era un adolescente que Tomás ha sido así con sus novias y es por eso que muchas de sus relaciones terminaron. Y muy mal. No eran pocas las discusiones que había tenido con su mujer por sus celos que poco a poco mataban la relación. Si bien ella estaba harta de sus constantes desconfianzas, lo amaba muchísimo.
Tomás fue por un trago mientras trataba de imaginar la escena de su mujer con ese otro. Aún sabiendo que solo se mataba más y más a si mismo pensando en eso. Se dijo en voz alta:
- Quizás con quién esté esa huevona. Si la llego a pillar le voy a sacar la cresta... ¡La voy a matar! No puede ser que me estés cagando con otro tipo. Te lo he dado todo - Bebió un sorbo de Whiskey, ese que Martín, su mejor amigo le había regalado para su aniversario de bodas número 9. - Por Dios. Cómo puedes hacerme esto, por la cresta.
Tomás cada día se hacía más y más daño. Toda esa rabia contenida la logró soltar cuando llegó su mujer a las 2 de la madrugada.
- Estuvo buena la fiesta parece.
- ¿Por qué estas despierto a esta hora?
- Te estaba esperando. Además no podía dormir.
- ¿No podías dormir? Estás curado, seguramente no ibas a poder dormir.
- ¡Bueno, te estaba esperando! ¡Dónde anduviste metida! - Dijo con un grito seco. Su voz rasposa y grave resonó en todo el departamento.
- No me grites, Tomás. No he hecho nada malo. Estaba donde la Erika, estaba de cumpleaños. ¿Acaso no puedo ir a ver a mis amigas?
- No me vengas con eso de la Erika No te creo nada.
- ¡Eso es problema tuyo, no mío!
- ¡No me vengas a decir eso, porque sí es problema de los dos!. ¿Con quién te metiste? ¿Estuvo rico?.
- No me hables así, Tomás, por favor. No he hecho nada malo. Solo fui a visitar a la Erika y estar con mis amigas. No sigas, por favor.
Aún sabiendo que Tomás armaba el mismo escándalo cada vez que ella salía, Solange seguía con él. Lo amaba más a que a nada en el mundo, pero cada vez estaba más y más harta de él.
- Si tanto mal te hago, ¿Por qué sigues conmigo? - Dijo él.
- Porque te amo. Por favor, amor, vamos a terapia con el doctor Jeria. Te lo suplico. Quiero ser feliz a tu lado, pero ninguno va a ser feliz con estas discusiones.
- No quiero terapia. No la necesito.
Tomás ni siquiera imaginaba lo que esa terapia podía lograr. El doctor Jeria, un médico de parejas muy prestigioso y reconocido en Santiago era especialista en casos de celos y aún así Tomás no quería ir.
- Amor... sí la necesitas. Ambos la necesitamos. Quiero seguir contigo, hemos sido muy felices, pero podríamos serlo mucho más.
Tomás se levantó con dificultad, la borrachera no lo dejaba caminar bien. Fue hasta la pieza de alojados, se acostó y se durmió inmediatamente. Solange quedó sentada sin saber si debía detenerlo o dejarlo ir. Solo levantó el vaso, lo llevó a la cocina y se acostó en su cama.
A partir de ese día, Solange comenzó a salir cada vez más, y a llegar cada día más tarde que el anterior. Ella lo hacía casi al propio, como queriendo matar de celos a Tomás. Él ya lo tenía harta y ese amor que alguna vez le tuvo, se apagaba cada día más.
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De esta discusión pasaron dos años y la cosa seguía peor para los dos. Tomás cada día más muerto por dentro y Solange cada vez menos enamorada de su marido. ¿Cómo es que una pareja que duerme cada noche en la misma cama puede estar a tantos kilómetros de distancia uno del otro? Era difícil saberlo, por lo menos en su caso. Tomás y Solange eran la pareja perfecta ante las amistades y comidas, pero en casa se hablaban poco y rara vez tenían una vida íntima.
Aún con esos celos enfermizos, Tomás nunca había llegado al extremo de seguir a su mujer o al de hacerle la vida imposible, pero poco a poco esto empezó a ocurrir. Cada uno tenía su auto y no era difícil hacerlo. Tomás estaba cada día más convencido de que su mujer tenía un amante. Su trabajo como policía le hacía fácil estar las 24 horas del día alerta a lo que pasaba.
Ya eran constante las escapadas nocturnas de su mujer y Tomás estuvo cerca de dos meses ideando un plan para encontrarla con las manos en la masa. Él ya sabía que ella se veía a escondidas con otro tipo, pero simplemente se hacía el desentendido y lo dejaba pasar, esperando ese gran golpe, en el que la encontraría in fraganti.
Una de las tantas noches, ella salió en su auto y estacionó cerca de un Motel a las afueras de la capital. Tomás la siguió en taxi para no levantar sospechas. Al tiempo que él veía de lejos observaba que muchos autos entraban y salían. Cuántas personas estarían all engañando a sus mujeres, a sus maridos y éstos sin saberlo. Tomás se puso en el lugar de todos, aunque según él ya lo estaba y le dijo al taxista que lo llevara de vuelta a casa. El taxista le dijo:
- Veo que tiene problemas.
- Creo que acertaste...
- Ni se imagina la cantidad de gente que nos pide que sigamos autos. Muchas de esas persecuciones acaban aquí: Moteles, Bares, Hoteles y cantinas. Algunos entran, otros se quedan en el auto y van a casa, como usted.
- Ni te imaginas lo que estoy sintiendo ahora.
- Si me lo imagino. Ya pasé por una situación parecida hace años. Estoy separado.
- ¿Y estás bien?
- Sí, fue hace años. No me aproblema hablar del tema.
- ¿Cómo terminó?
- Buena, la fotografié y entregué esas fotos en el juicio de divorcio. El juez me encontró razón y me quedé con la custodia de mis hijos. Le pegué donde le dolía.
- Supongo que tiene razón. Yo no tengo hijos, pero ¿sabe algo? Le pegaré mil palos, sin tocarle ni un solo pelo.
Dejaron de hablar y en poco tiempo estuvieron en casa. El taxista se despidió:
- Bueno amigo. Llegamos. Ahórrese la carrera, no se preocupe.
- Muchas gracias, señor...
- Martínez. Francisco Martínez es mi nombre.
- Mucho gusto, Tomás Valenzuela.
- Espero que todo le salga bien y mucha suerte. Por favor, no cometa una locura.
- Tranquilo, mi caballero. Todo va a salir como yo lo deseo.
Tomás se bajó y le hizo señas con la mano. Subió hasta su departamento y se sentó ideando su plan de venganza. Ya no eran pocas las veces que la había seguido y solo la había divisado de lejos. En ese momento se le ocurrió una idea. Sabía las consecuencias de ésta y simplemente se dejó llevar, ya que luego no tendría que pagar por ella.
Dos noches después de pensada su idea, Tomás tomó un arma. No era difícil conseguirla, pues debía llevarse el revolver a casa luego del trabajo. Bajó las escaleras y detuvo al primer taxi que pasaba por la calle.
- Siga a ese auto, por favor.
- ¡Ja, ja, ja! ¡Persecuciones! ¡Siempre quise que me dijeran eso!
- Pues hágalo.
- ¡Cómo no!
Y partieron en busca del auto de Solange. Un Peugeot del año color azul marino era difícil de identificar de noche, pero afortunadamente para Tomás, no lo perdieron de vista. El auto entró a un antiguo pero frecuentado Motel de la capital y como el Taxi no podía hacerlo, Tomás se bajó del auto y entró a pie. Le dijo al guardia que lo estaban esperando y que luego llamaría a un taxi para que lo fuera a buscar. Esperó afuera unos minutos pero logró ver el momento en que Solange entraba a la cabaña 7 del motel.
Tomás estuvo afuera casi 30 minutos, los suficientes como para que Solange ya estuviera en el lecho de su amante. Tomás fue hacia la cabaña y abrió la puerta silenciosamente. Él solo pensaba en sorprenderlos y que ella quedara impactada con su presencia. Los gritos de placer de su mujer se escuchaban desde el living de la cabaña. Tomás logró identificar el cuarto en donde todo se desarrollaba. Estuvo cerca de 10 minutos parado en la puerta preguntándose cómo su mujer podría haberle hecho eso. Tomás solo lo pensó un poco y entró. La vio a ella agitándose sobre su amante y se quedó observándolos. Ella se dio vuelta por la mirada fija de su amante y vio a Tomás parado en el centro del cuarto, frente a la cama. Ella se sentó en la cama y su amante también, ambos consternados por esta inesperada y extraña visita.
Tomás sacó el revolver de su cinturón y apuntó al amante de Solange. Pasó así un tiempo mirándolo a los ojos y luego desvió el cañón hacia su mujer. Ella solo respiraba agitada y nerviosamente. Tomás se quedó casi un minuto así, en silencio y pegado a su mujer. Nadie podía decir nada. No había palabras que decir. Tomás los miró a ambos y se llevó el cañón a la cien y apretó del gatillo sin pensarlo. Su cuerpo sin vida yacía en el piso de la cabaña en donde su mujer consumaba su infidelidad. Solange quedó sin palabras, absolutamente choqueada al ver las sábanas y las paredes manchadas de sangre. Ese era el justo castigo para una mujer que se burló casi dos años de su marido. ¿Por qué no decir la verdad cuando se puede? Ella escogió el camino más difícil y el más doloroso y gracias a eso, todo acabó así. Por lo menos ella aprendió a nunca más jugar con los sentimientos de sus seres queridos.
*FIN*
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1 comentario:
Te quedó espectacular!!! Me concentré tanto en la historia que al final me dió pena que se haya suicidado :(.
Pero te quedó topisima.
TA(@)
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