Cuántas veces me dije a mi mismo: - “Sí. Voy a dejarlo. Terminaré con ésto de una vez por todas y no volveré a caer un su trampa”. Si yo mismo supiera lo que significaban esas palabras... "Dejar". ¿Era realmente lo que quería? ¿O acaso no tenía salida porque ya estaba sumido en ésto?.
Siempre dije que lo podía controlar. ¡Ja, ja, ja! Qué frase más cliché, ¿No? Sea como sea es la verdad. Recuerdo aún esa primera vez que probé lo que sería mi acompañante por el resto de mis días.
Nunca reconocí abiertamente que necesitaba ayuda. Es más, siempre oculté lo que me pasaba y creía que era normal. No te das cuenta y es tan cierto lo que dicen... Al final terminas haciendo cosas tan, pero tan extremas por conseguir un poco... La verdad es que yo ya estoy muerto... muerto en vida, quizás, pero aún así estoy muerto. No tengo nada ni nadie. Lo perdí todo por culpa de él. Que divertido me suena hablar así. ¿Él? ¿Ya era tan parte de mi que lo trataba así? Que extraño que una cosa como esa pueda ser el causante de la destrucción de tantas vidas en este mundo y sobre todo en el mío.
Todo comenzó cuando tenía 15 años. A esa edad mi padre ya me había regalado un auto y una moto. Para mi era todo un sueño y realmente me sentía el ser más feliz del mundo con mis nuevos regalitos. Mi padre siempre fue un hombre de dinero y a mí y a mis dos hermanos menores nunca nos faltó nada. Cuando entras en el mundo de la riqueza y los lujos, nunca más quieres salir. Niños de tu edad muren todos los días por culpa de sus padres. Esos padres que satisfacen todas las pataletas y que lo arreglan todo metiéndose la mano al bolsillo. Esos padres que no saben lo que significa verdaderamente la palabra cariño ni preocupación.
Desde esa edad que manejo y simplemente por el hecho de sentirme superior al resto. A los 15 años crees que el mundo es tuyo y que nadie puede detenerte, pero había algo mucho mayor que haría que todo para mi se derrumbara. Como contaba anteriormente, mi padre me lo dio todo y a los 15 años ya había perdido mi virginidad con prostitutas y además, bebía alcohol en demasía. Hoy en día maldigo la primera vez que bebí de ese vaso. Me lo digo muchas veces al día: "No debí haber hecho eso". ¿Y de qué me sirve arrepentirme ahora? Es tan estúpido lo que digo y me repito. La verdad es que ya no importa.
A los 15 años lo tenía todo. Mujeres, dinero, alcohol. Crees que lo puedes controlar, pero todo acaba controlándote a ti mismo y no te das cuenta cuando estás robándole a tus propios padres para poder beber aunque sea una gotita de alcohol.
Mis padres nunca sospecharon nada. Yo solo salía y no volvía hasta el otro día. Mi padre trabajaba y viajaba mucho y siempre lo hacía con mi madre, así que nos quedábamos solos con mis hermanos. La casa era muy segura y nada podía ocurrir. En las noches salía en mi auto o mi moto y volvía tan ebrio que a penas podía tocar el timbre. No sé como nunca me maté en el vehículo, supongo que tuve demasiada suerte. Croe que la vida me dio muchas oportunidades pero nunca logré aprovecharlas.
Sé que debí haberle dicho todo a mis padres, pero además de tener miedo, me daba mucha vergüenza. No quería que lo supieran y trataba por todos los medios de que no se dieran cuenta. Le sacaba maquillaje a mi mamá para poder ocultar las ojeras y la palidez de la borrachera de la noche anterior. Las cosas cada vez estaban más mal conmigo y mis padres nada sospechaban, ya que era muy poco lo que ellos pasaban en casa.
Siempre dije que lo podía controlar. ¡Ja, ja, ja! Qué frase más cliché, ¿No? Sea como sea es la verdad. Recuerdo aún esa primera vez que probé lo que sería mi acompañante por el resto de mis días.
Nunca reconocí abiertamente que necesitaba ayuda. Es más, siempre oculté lo que me pasaba y creía que era normal. No te das cuenta y es tan cierto lo que dicen... Al final terminas haciendo cosas tan, pero tan extremas por conseguir un poco... La verdad es que yo ya estoy muerto... muerto en vida, quizás, pero aún así estoy muerto. No tengo nada ni nadie. Lo perdí todo por culpa de él. Que divertido me suena hablar así. ¿Él? ¿Ya era tan parte de mi que lo trataba así? Que extraño que una cosa como esa pueda ser el causante de la destrucción de tantas vidas en este mundo y sobre todo en el mío.
Todo comenzó cuando tenía 15 años. A esa edad mi padre ya me había regalado un auto y una moto. Para mi era todo un sueño y realmente me sentía el ser más feliz del mundo con mis nuevos regalitos. Mi padre siempre fue un hombre de dinero y a mí y a mis dos hermanos menores nunca nos faltó nada. Cuando entras en el mundo de la riqueza y los lujos, nunca más quieres salir. Niños de tu edad muren todos los días por culpa de sus padres. Esos padres que satisfacen todas las pataletas y que lo arreglan todo metiéndose la mano al bolsillo. Esos padres que no saben lo que significa verdaderamente la palabra cariño ni preocupación.
Desde esa edad que manejo y simplemente por el hecho de sentirme superior al resto. A los 15 años crees que el mundo es tuyo y que nadie puede detenerte, pero había algo mucho mayor que haría que todo para mi se derrumbara. Como contaba anteriormente, mi padre me lo dio todo y a los 15 años ya había perdido mi virginidad con prostitutas y además, bebía alcohol en demasía. Hoy en día maldigo la primera vez que bebí de ese vaso. Me lo digo muchas veces al día: "No debí haber hecho eso". ¿Y de qué me sirve arrepentirme ahora? Es tan estúpido lo que digo y me repito. La verdad es que ya no importa.
A los 15 años lo tenía todo. Mujeres, dinero, alcohol. Crees que lo puedes controlar, pero todo acaba controlándote a ti mismo y no te das cuenta cuando estás robándole a tus propios padres para poder beber aunque sea una gotita de alcohol.
Mis padres nunca sospecharon nada. Yo solo salía y no volvía hasta el otro día. Mi padre trabajaba y viajaba mucho y siempre lo hacía con mi madre, así que nos quedábamos solos con mis hermanos. La casa era muy segura y nada podía ocurrir. En las noches salía en mi auto o mi moto y volvía tan ebrio que a penas podía tocar el timbre. No sé como nunca me maté en el vehículo, supongo que tuve demasiada suerte. Croe que la vida me dio muchas oportunidades pero nunca logré aprovecharlas.
Sé que debí haberle dicho todo a mis padres, pero además de tener miedo, me daba mucha vergüenza. No quería que lo supieran y trataba por todos los medios de que no se dieran cuenta. Le sacaba maquillaje a mi mamá para poder ocultar las ojeras y la palidez de la borrachera de la noche anterior. Las cosas cada vez estaban más mal conmigo y mis padres nada sospechaban, ya que era muy poco lo que ellos pasaban en casa.
Cuando cumplí los 17 años salí con mis amigos, que eran de dinero y también muy buenos para vida nocturna. Creo que ese momento jamás lo olvidaré. Eran las 2 de la mañana y conducía casi a 100 km/h en las calles de mi natal Concepción. La verdad es que esa noche estaba tan ciego de vino, que apenas veía las calles. Me iba para mi casa ya después de una noche de mucho alcohol y prostitutas. Bajé la cabeza y sentí un golpe bastante fuerte. Creo que fue ese golpe el que me despertó un poco de mi borrachera. Me bajé del auto y vi que le había pegado muy duro a un radio taxi. Afortunadamente para mí ya no manejaba a una velocidad tan alta y fue por eso que no me maté en el acto, pero eso no pudo salvar a una mujer que se bajaba de ese auto con su pequeño hijo. El niño me miraba y me decía que la ayudara, que le llevara a la clínica, pero no se me ocurrió nada más que correr al auto y tomar rumbo a casa. Al llegar allá, no podía pensar en otra cosa, así qué tomé el teléfono y llamé a la ambulancia para que fuera a recoger a los accidentados. Nunca supe qué pasó con ellos, pero cada día me lo pregunto y las dudas me asaltan de tal modo, que se me llega a desgarrar el pecho.
Puedes hacer muchas cosas con alcohol en la sangre, pero sin él te sientes muy débil y cobarde. Me pasó tantas veces que de repente estaba conciente y contento y al otro segundo despertaba en la mañana sin recordar nada. Quizás cuántas cosas habían pasado y no sabía nada de nada. ¿Cuántas mujeres han despertado así sin saber que fueron asaltadas y violadas la noche anterior? Cuando lo pienso simplemente no puedo entender que exista gente que se atreva a hacer eso... pero yo atropellé a una persona y fui tan cobarde que ni siquiera fui capaz de dar la cara y entonces… ¿Qué mierda hago yo criticando a esa gente?.
Ya más grande y mucho más adicto las cosas se acrecentaron. Todo para mi giraba en torno a conseguir alcohol para mantenerme despierto y vivo.
Cuando tenía 28 años, había egresado de la universidad. Con dificultad pero saqué la carrera de Derecho adelante y logré conseguir trabajo. Por supuesto en éste nadie conocía de mi adicción. Días antes de comenzar a trabajar me enteré que dos de mis amigos de la infancia habían muerto en un accidente automovilístico. Fui a los funerales y los padres estaban tan destrozados que no sabían qué hacer, si llorar o callar simplemente.
Aún viendo que uno a uno mis amigos iban cayendo de a poco, no lograba tomar conciencia de lo que hacía y cada vez que llegaba a casa del trabajo me ponía a tomar más y más. No fueron pocas las veces que llegué atrasado, pero yo no podía creer como nadie se daba cuenta de mi adicción. Muchas veces desee que alguien del trabajo llegara y me dijera: Compadre, qué te pasa… te veo apagado… ¿Hay algún problema? Pero nunca nadie lo hizo, quizás me consideraban un tipo raro.
Llegó el momento del que no podía escapar. Me echaron del trabajo y aunque ustedes no lo crean, ni me importó. Y cuando empezó a importarme, fue cuando llegó el momento de comprar trago. No podía ni siquiera dormir. Una mañana salí a buscar trabajo nuevamente y no fue tan difícil conseguirlo. Yo no me interesaba trabajar de abogado o de basurero, con tal que el sueldo me alcanzara para conseguir alcohol, bastaba y sobraba. Entré a trabajar de mesero en un restaurante. A veces quedaba de nochero por voluntad propia y solo para satisfacer mi vicio. Cuando escribo esto me pregunto y muevo la cabeza diciendo, ¡Cómo pude llegar a eso! No lo sé, qué quieren que les diga.
Puedes hacer muchas cosas con alcohol en la sangre, pero sin él te sientes muy débil y cobarde. Me pasó tantas veces que de repente estaba conciente y contento y al otro segundo despertaba en la mañana sin recordar nada. Quizás cuántas cosas habían pasado y no sabía nada de nada. ¿Cuántas mujeres han despertado así sin saber que fueron asaltadas y violadas la noche anterior? Cuando lo pienso simplemente no puedo entender que exista gente que se atreva a hacer eso... pero yo atropellé a una persona y fui tan cobarde que ni siquiera fui capaz de dar la cara y entonces… ¿Qué mierda hago yo criticando a esa gente?.
Ya más grande y mucho más adicto las cosas se acrecentaron. Todo para mi giraba en torno a conseguir alcohol para mantenerme despierto y vivo.
Cuando tenía 28 años, había egresado de la universidad. Con dificultad pero saqué la carrera de Derecho adelante y logré conseguir trabajo. Por supuesto en éste nadie conocía de mi adicción. Días antes de comenzar a trabajar me enteré que dos de mis amigos de la infancia habían muerto en un accidente automovilístico. Fui a los funerales y los padres estaban tan destrozados que no sabían qué hacer, si llorar o callar simplemente.
Aún viendo que uno a uno mis amigos iban cayendo de a poco, no lograba tomar conciencia de lo que hacía y cada vez que llegaba a casa del trabajo me ponía a tomar más y más. No fueron pocas las veces que llegué atrasado, pero yo no podía creer como nadie se daba cuenta de mi adicción. Muchas veces desee que alguien del trabajo llegara y me dijera: Compadre, qué te pasa… te veo apagado… ¿Hay algún problema? Pero nunca nadie lo hizo, quizás me consideraban un tipo raro.
Llegó el momento del que no podía escapar. Me echaron del trabajo y aunque ustedes no lo crean, ni me importó. Y cuando empezó a importarme, fue cuando llegó el momento de comprar trago. No podía ni siquiera dormir. Una mañana salí a buscar trabajo nuevamente y no fue tan difícil conseguirlo. Yo no me interesaba trabajar de abogado o de basurero, con tal que el sueldo me alcanzara para conseguir alcohol, bastaba y sobraba. Entré a trabajar de mesero en un restaurante. A veces quedaba de nochero por voluntad propia y solo para satisfacer mi vicio. Cuando escribo esto me pregunto y muevo la cabeza diciendo, ¡Cómo pude llegar a eso! No lo sé, qué quieren que les diga.
Fue muy complicada esa etapa de mi vida. Pero no por lo que sufría por mi adicción, sino por lo que sufría cuando no tenía como comprar, pues ya me habían corrido del restaurante casi a patadas al descubrir que en la noche me acababa casi todas las botellas de la barra. Ya en mi casa pensaba que sería muy complicado trabajar de nuevo. Ahí fue cuando recordé a mi familia, a mi madre y a mi padre y a mis hermanos. ¿Por qué no le pedía ayuda a ellos? ¿Sería mucho? Pensé que me recibirían con cariño y compasión, así que llamé a mi hermano menor, pero cada vez que el teléfono sonaba lo colgaba. Tenía miedo de su reacción y al final no me atreví a hacerlo.
Pasaron varias semanas y se me había acabado el dinero que había ahorrado. Mis ganas de beber eran más incontenibles que nunca. En ese mismo momento comenzó el principio de mi fin. Ya que no tenía dinero para comprar nada, comencé a idear estrategias para beber. La más clásica de todas era la de conseguir una colonia. Sí, una colonia, de las mismas que te hechas en la cara y cuello para oler bien. Tomaba el líquido y lo mezclaba con cualquier bebida gaseosa. Una Fanta o una Coca Cola servían perfectamente. Ni se notaba la diferencia, pero cada vez me consumía más y más y mi salud y mi resistencia no eran las mismas de antes. ¿Cómo conseguía esas colonias si ya no tenía trabajo? Ja, ja, ja. No era tan complicado entrar a una farmacia y burlar a los guardias para sacar cualquier marca de colonia y robar una bebida de mediano tamaño.
Al fin y al cabo me decidí a llamar a mi hermano mayo, pero no para pedirle dinero, sino para pedirle ayuda. Quería curarme y dejar de matarme. Si me moría que fuera por culpa de otro, no quería matarme yo mismo poco a poco, aunque ya gran parte de mi estaba muerta.
- ¿Aló?
- Hola, ¿Francisco?
- No, soy su hijo. Al tiro se lo paso.
Francisco demoró mucho en contestar y me puse muy nervioso. En todo ese tiempo pude haber pensado en qué le iba a decir, pero mi mente estaba en blanco.
- ¿Sí, quién habla?
- Soy yo. Juan Carlos
- ¿Juan Carlos? ¿Mi hermano mayor?
- Sí, Francisco.
Un silencio sepulcral cubrió la conversación. Ni él ni yo sabíamos que decir.
- Han pasado los años
- Así es. No he oído nada de ti aparte de que… bueno tú sabes lo que se dice.
- Los he extrañado muchísimo.
- No puedo decir lo mismo… tú nunca fuiste nada ni para Felipe ni para mi. Nunca fuiste un buen hermano.
- Lo sé, y no vale nada si te digo que lo siento. Pero necesito hablar contigo de algo muy importante.
- Ya sabía que alguna vez ibas a pedirme plata…
- No es eso… o bueno sí es algo así
- Mira Juan, yo no trabajo para mantener tus vicios, ¿Me escuchaste?
- No es para eso. Quiero rehabilitarme, pero sería imposible sin la ayuda de todos ustedes.
- ¿Rehabilitarte?
- Sí.
- Ja, ja, ja. Lo has tratado antes, estoy seguro.
Pasaron varias semanas y se me había acabado el dinero que había ahorrado. Mis ganas de beber eran más incontenibles que nunca. En ese mismo momento comenzó el principio de mi fin. Ya que no tenía dinero para comprar nada, comencé a idear estrategias para beber. La más clásica de todas era la de conseguir una colonia. Sí, una colonia, de las mismas que te hechas en la cara y cuello para oler bien. Tomaba el líquido y lo mezclaba con cualquier bebida gaseosa. Una Fanta o una Coca Cola servían perfectamente. Ni se notaba la diferencia, pero cada vez me consumía más y más y mi salud y mi resistencia no eran las mismas de antes. ¿Cómo conseguía esas colonias si ya no tenía trabajo? Ja, ja, ja. No era tan complicado entrar a una farmacia y burlar a los guardias para sacar cualquier marca de colonia y robar una bebida de mediano tamaño.
Al fin y al cabo me decidí a llamar a mi hermano mayo, pero no para pedirle dinero, sino para pedirle ayuda. Quería curarme y dejar de matarme. Si me moría que fuera por culpa de otro, no quería matarme yo mismo poco a poco, aunque ya gran parte de mi estaba muerta.
- ¿Aló?
- Hola, ¿Francisco?
- No, soy su hijo. Al tiro se lo paso.
Francisco demoró mucho en contestar y me puse muy nervioso. En todo ese tiempo pude haber pensado en qué le iba a decir, pero mi mente estaba en blanco.
- ¿Sí, quién habla?
- Soy yo. Juan Carlos
- ¿Juan Carlos? ¿Mi hermano mayor?
- Sí, Francisco.
Un silencio sepulcral cubrió la conversación. Ni él ni yo sabíamos que decir.
- Han pasado los años
- Así es. No he oído nada de ti aparte de que… bueno tú sabes lo que se dice.
- Los he extrañado muchísimo.
- No puedo decir lo mismo… tú nunca fuiste nada ni para Felipe ni para mi. Nunca fuiste un buen hermano.
- Lo sé, y no vale nada si te digo que lo siento. Pero necesito hablar contigo de algo muy importante.
- Ya sabía que alguna vez ibas a pedirme plata…
- No es eso… o bueno sí es algo así
- Mira Juan, yo no trabajo para mantener tus vicios, ¿Me escuchaste?
- No es para eso. Quiero rehabilitarme, pero sería imposible sin la ayuda de todos ustedes.
- ¿Rehabilitarte?
- Sí.
- Ja, ja, ja. Lo has tratado antes, estoy seguro.
-
- Jamás lo he hecho. De verdad quiero esto.
- ¿Qué ganarás con esto? ¡Nadie contrata a un adicto!
- ¿No recuerdas que tengo título de derecho?
- La verdad es que no lo recordaba.
- Por favor. Nunca les he pedido nada y me las he ganado yo solo. Necesito esto. De verdad que sí.
- No confío en ti. Eres un desconocido para todos nosotros.
- No te pido que me respondas ahora. Piénsalo. Dentro de una semana te volveré a llamar.
- ¿Qué ganas con esto?
- Volver a ser algo. Alguien útil. Alguien que valga la pena que esté viviendo. No quiero ser una carga ni para la sociedad ni para mi familia y quiero salir de esto. Ayúdame a cambiar.
- No es necesario que lo piense. Eres mi hermano y te mereces una oportunidad. Ven a mi casa hoy, vivirás aquí por un tiempo hasta que encontremos una clínica buena donde insertarte.
Al decirme eso las lágrimas brotaron de mis ojos y no podía creer que todo hubiese sido tan simple. No podía creer la voluntad de mi hermano. Y yo acá emborrachándome cada día y cada noche
- Te prometo que no te defraudaré
- Eso espero.
- Gracias, Francisco. Y aunque no lo creas, ustedes siempre han estado en mis pensamientos. Que estés bien. Iré mañana mismo a tu casa.
- Te esperaremos.
- Muchas gracias. Adiós.
- Chao, hermano.
La verdad es que nunca había sido tan feliz. En ese momento yo me sentía ya curado así que salí a caminar y llegué a una Iglesia y entré. Nunca había sido apegado a Dios, pero ese día algo pasó que me sentí llamado a entrar y recé. Recé por mis hermanos, sus familias y por mis padres. En ese momento lloré y le agradecí a Dios la voluntad de mi hermano. ME creía salvado pero la verdad es que no sabía todas las dificultades que me esperaban y todos los obstáculos que debía sortear. Esto recién estaba comenzando.
- Jamás lo he hecho. De verdad quiero esto.
- ¿Qué ganarás con esto? ¡Nadie contrata a un adicto!
- ¿No recuerdas que tengo título de derecho?
- La verdad es que no lo recordaba.
- Por favor. Nunca les he pedido nada y me las he ganado yo solo. Necesito esto. De verdad que sí.
- No confío en ti. Eres un desconocido para todos nosotros.
- No te pido que me respondas ahora. Piénsalo. Dentro de una semana te volveré a llamar.
- ¿Qué ganas con esto?
- Volver a ser algo. Alguien útil. Alguien que valga la pena que esté viviendo. No quiero ser una carga ni para la sociedad ni para mi familia y quiero salir de esto. Ayúdame a cambiar.
- No es necesario que lo piense. Eres mi hermano y te mereces una oportunidad. Ven a mi casa hoy, vivirás aquí por un tiempo hasta que encontremos una clínica buena donde insertarte.
Al decirme eso las lágrimas brotaron de mis ojos y no podía creer que todo hubiese sido tan simple. No podía creer la voluntad de mi hermano. Y yo acá emborrachándome cada día y cada noche
- Te prometo que no te defraudaré
- Eso espero.
- Gracias, Francisco. Y aunque no lo creas, ustedes siempre han estado en mis pensamientos. Que estés bien. Iré mañana mismo a tu casa.
- Te esperaremos.
- Muchas gracias. Adiós.
- Chao, hermano.
La verdad es que nunca había sido tan feliz. En ese momento yo me sentía ya curado así que salí a caminar y llegué a una Iglesia y entré. Nunca había sido apegado a Dios, pero ese día algo pasó que me sentí llamado a entrar y recé. Recé por mis hermanos, sus familias y por mis padres. En ese momento lloré y le agradecí a Dios la voluntad de mi hermano. ME creía salvado pero la verdad es que no sabía todas las dificultades que me esperaban y todos los obstáculos que debía sortear. Esto recién estaba comenzando.